A mediados de los años 50 llegaron a Lima William Chan Lau, inmigrante chino, y su esposa Juana Chin, ciudadana peruana de ascendencia china, procedentes de una China Continental emergente y -anteriormente- residentes de San Francisco, en donde William trabajó como Chef en sus años mozos.
La Lima de los 50’s era una ciudad muy tradicional, con un horario laboral que permitía regresar a casa para comer, por lo que la asistencia a los restaurantes era reservada para ocasiones especiales y se daba mayormente en lugares amplios y aparentes. Esto hacía que la idea de implementar un pequeño negocio de comida tuviera pronósticos de rotundo fracaso y muy poco apoyo por parte de quién la escuchaba.
No obstante, como es habitual en las historias de inmigrantes en el Perú: un gran empeño y terquedad ilimitada, acompañados de ingenio para afrontar la escasez de recursos, hicieron avanzar los planes de William, y allá por fines del 58, aunque sin bombos ni platillos y con sillas hechas por sus propias manos, abrió un muy pequeño restaurante en el barrio chino, con más aspecto de cafetín de barrio que de gran establecimiento.
Su esposa, hispano hablante, era su nexo con este mundo occidental sirviendo de asesora, traductora y ayudante de cocina, además de administradora. Su comida no era muy elaborada pero de sazón excelente, el trato era muy personal, y el estilo de comida era uno que permitía que -junto con los demás factores- el cliente se sintiera como en familia.